‘En busca del tiempo perdido’: Una novela para toda la vida
Marcel Proust escribió una de las
novelas claves para entender la civilización occidental de finales del siglo
XIX hasta nuestros días. ‘En busca del tiempo perdido’ ha influido,
definitivamente, en el pensamiento de los últimos 125 años. Puede causar
grandes amores o grandes odios entre los lectores que se atreven con ella.
‘A la recherche du temps perdu’
es el gran monumento de las letras francesas y una de las obras que más ha
influido en la historia de la literatura.
Es una gran osadía intentar
reseñar esta obra única. Éste atrevimiento solo admite como disculpa la
voluntad de intentar acercarla a quien no la ha leído y la promesa de
detalladas recensiones de cada uno de los libros que la componen.
Inmerso en los diferentes
movimientos que estudian la conciencia en los inicios del siglo XX, Marcel
Proust, que era un curioso personaje en sí mismo, se propone el ambicioso
proyecto de explorar los recuerdos y la realidad de la memoria, de aprehender
el tiempo perdido. Una vez tomada la decisión se vuelve hacia su infancia y
empieza a devanar un hilo interminable que se retuerce sobre la sociedad
aristocrática a la que el autor perteneció, sin darse cuenta de que ésta,
estaba entonando su particular canto del cisne.
El resultado es un ‘roman a clef’,
una crónica social en clave, puesto que los personajes están inspirados en
personas reconocidas e influyentes de la sociedad cosmopolita como el barón de
Montesquiou-Fézensac o la condesa de Chevigne, nacida Laure de Sade. Es también
una memoria de la pequeña historia que alumbró el siglo XX: el elegante París
de Hausmann y de los bulevares, las consecuencias del caso Dreyfus y el impacto
de músicos como Debussy, actrices como Sarah Bernard o de los estudios de
Ruskin sobre la estética.
Es una obra muy, muy intensa.
Muchas personas la detestan, y es perfectamente comprensible; otras entre las
que me cuento, piensan que es excepcional y disfrutan releyéndola una y otra
vez. Existe el mito, que puede ser cierto, de que si se consigue leer las
primeras cincuenta páginas, la narración te atrapa irremisiblemente. Porque sí
es cierto, que la lectura requiere un tiempo de adaptación al ritmo, al tono y
a la atmósfera y que una vez que esta se produce la novela se convierte en un
mundo nuevo y diferente de cualquier otra obra de la literatura, situándose a
medio camino entre la novela, el psicoanálisis y la teoría del arte.
En cualquier caso no hay que
temerla y se debe afrontar con calma y con persistencia.
La longitud de las frases
entremezcladas de pensamientos subordinados, resultan particularmente
significativas e intensas en su lengua original.
La narración se extiende a lo
largo de siete libros interminables: ‘Por el camino de Swan’, habla de los
recuerdos de la infancia; ‘A la sombra de las muchachas en flor’, del despertar
a la adolescencia y a la sensualidad; ‘El mundo de Guermantes’ es el retrato de
la aristocracia y el estricto orden social, cuya corrupción subterránea se
analiza en Sodoma y Gomorra; mientras que en ‘La Prisionera’ y ‘La Fugitiva’ se
analizan con obsesión el infierno de los celos y la relación amorosa. El último
libro de esta singular novela se titula ‘El tiempo recobrado’, hace el efecto
de memoria y de compendio, es una reflexión personal sobre lo vivido y lo
contado desde la certidumbre de la decadencia.
‘En busca del tiempo perdido’ es una novela única. Referente necesario de la cultura occidental. Es citada de continuo en los textos literarios y filosóficos de la contemporaneidad y la postmodernidad. En Francia trasciende a la categoría de mito y es símbolo de identidad nacional. Ha influido definitivamente en el pensamiento del último siglo.
Si se consigue penetrar el velo,
es una de las narraciones que pueden acompañar a una persona durante toda la
vida.
Augusto. F. Prieto
0 comments