Leire Bilbao: 'Siempre quiero jugar con las palabras'

by - mayo 16, 2024

Leire Bilbao. / labellavarsovia.com
Hablar con un escritor es siempre un momento mágico. Palabras, rimas, formas de entender, formas de mirar, formas de ordenar la realidad, mundos ficticios que explican la realidad, esa misma realidad asaltada por la ficción para poder soportarla… Y hablar con Leire Bilbao, una escritora de raza, de esas que lleva las palabras sobre la palma de la mano, es uno de esos momentos amables, simpáticos, profundos que hacen sentir cierto privilegio al que escribe.

Lo primero que hago es expresar a Leire Bilbao lo mucho que me gusta su trabajo y lo bonito que resulta cualquiera de sus poemas si los traduzco y los convierto en una partitura. Los poemas de Leire Bilbao suenan al son de la música que encierran las palabras desde la primera vez que se pronunciaron. Y la pido que me resuma su llegada al mundo de las letras y los caminos que ha recorrido hasta ahora.

‘Soy de un pequeño pueblo de Vizcaya que se llama Ondárroa; he sido desde muy pequeña lectora insaciable; hija, nieta y sobrina de marineros, es decir, procedo de un ambiente pesquero que se deja ver en mi obra sin disimulo alguno. A la playa fui siempre con mis libros. A los trece años, más o menos, tuve la gran suerte de encontrarme con un profesor de improvisación oral, un bertsolari que se llamaba Jon Lopategi, que llegó a nuestra escuela de la mano de Josemari, mi profesor en la ikastola. Qué importante son los buenos profesores con los que nos encontramos siendo niños y jóvenes (se refiere a estos antiguos profesores con verdadero respeto y yo diría con devoción); Josemari ya nos había enseñado a cantar y el folclore, pero Jon Lopategi hizo unas pruebas para ver quién tenía el gusto por aprender las tradiciones, el folclore, canciones o la métrica, y comencé a indagar en el mundo de la improvisación oral junto a él. Y así es como tuve la fortuna de comenzar a recorrer la comarca ensayando la palabra, improvisando desde cero puesto que yo estaba aprendiendo a rimar y a cantar. Visitábamos las escuelas, más tarde nos dejábamos ver en las plazas de los pueblos; en fin, una cosa muy divertida y muy entrañable. Exploré ese mundo maravilloso que luego dejé a los veintiuno. Ya sabes cómo funcionan las cosas, comencé con el derecho económico, creí que no podía con todo y centré los esfuerzos en los estudios y en encontrar un trabajo del que poder vivir. Esto es así y es muy difícil cambiarlo. De esto hace más de veinticinco años’.

Habla con la ilusión intacta y satisfecha con el pasado.

‘Ya en 2006, conservando dentro a aquella niña que tenía el gusanillo, tan dentro y tan arraigado, de escribir y de publicar, di el salto a la literatura escrita con un libro de poemas. No había métrica ni rimas, ni estructura clásica alguna; era casi casi, matar al padre. Y ese mismo año publiqué, por casualidad, un poemario para niños titulado ‘Amonak nobioa du, eta zer?’ (‘La abuela tiene novio, ¿y qué?’) que publicó la editorial Elkar. En aquel momento me animó a publicar Joxantonio Ormazabal y desde entonces compagino mi trabajo con la escritura y no dejo de publicar cada año alguna cosa’.

Le pregunto si no se puede vivir sólo de la escritura y, sencillamente, ríe y me pregunta si esa es una pregunta trampa, que ya sabemos los dos que eso es muy, muy, difícil.

¿Por qué escribir para niños y jóvenes?

‘Eso me hizo reencontrarme con la niña que llevaba dentro, con esa niña lectora que no dejaba de mirar el mundo con ojos nuevos. Lo pasé tan bien… Tengo que confesarte una cosa: al escribir poesía para adultos, a veces, sufro o me siento inquieta o me cuesta más. Y eso no me pasa con la poesía para los más jóvenes. Me divierto sin filtros’.

Y es que echarse un vistazo a sí mismo duele, cada zarpazo se siente con más intensidad. Esto es algo que también sabemos los dos.

‘Sí, sí, por eso agradezco mucho hacer literatura infantil. De verdad que me quito años de encima. Es maravilloso, me siento mucho más ligera, como si anduviera descalza por un jardín’.

Hablemos de los Bichopoemas y otras bestias (Kalandraka, 2019) y Bestiapoemas y otros bichos. (Kalandraka, 2021), por favor.

‘En 2016, pensé que podría dar un salto a la literatura escrita para personas de 0 a 99 años. Y nacieron esos dos libros que se crearon conjuntamente (son libros hermanos) que tantas alegrías me han dado. Además (no quiero olvidarme) en literatura infantil y juvenil tengo otro libro que habla de un hipopótamo y un pajarito titulado Pico Chico (Tramuntana, 2019), un librito muy divertido que es, en realidad, una alegoría que habla de los fuertes y de los débiles’.

Leyendo los Bichopoemas y los Bestiapoemas he tenido la sensación de enfrentarme a poemas exigentes y casi para lectores maduros. Crees en la capacidad comprensora de tus lectores a pies juntillas ¿no?

‘No hay que menospreciar la capacidad de los niños para entender las cosas. Y no olvides que todos llevamos dentro distintas edades que nos sorprenden a veces sin que lo esperemos. Insisto en que estos libros están pensados para lectores de 0 a 99 años. Cada lector, dependiendo de la experiencia vital que tenga interpretará el poema de una manera u otra y es eso lo bonito de estos libros. Mira, por ejemplo, el uso de los animales para hablar de amor o de la amistad sirve para que cada uno de nosotros podamos identificarnos con ellos, ver cómo esos animales pueden decir lo mismo que nosotros de un tema concreto’.

Le confieso a Leire Bilbao que me gusta mucho cómo juega con la tipografía y el uso del espacio de cada página, y le expreso cierta perplejidad al enfrentarme con algún poema que me llena, que me gusta porque arrastra una idea tan bien dicha que remueve, perplejidad porque los niños son capaces de leer con mirada clara y recibir ese mismo mensaje con los matices insalvables que aportan los años vividos. Y le expreso cierta envidia porque siendo niño nunca tuve oportunidad de leer cosas parecidas y me tenía que conformar con otras cosas que llegaban a destiempo, muchas veces, y me impedían comprender y aprehender asuntos esenciales de la literatura y, por tanto, de la vida.

‘Bichopoemas y Bestiapoemas son el producto de muchas cosas. De entrada, mis libros no serían lo mismo sin las ilustraciones de Maite Mutuberria que son maravillosas.

Asiento porque lo son y, efectivamente, son un complemento fundamental a los poemas de Leire Bilbao.

‘Siempre quiero jugar con las palabras, pasarlo bien y que el lector disfrute como yo al escribir mientras lee. Me encantaría que los poemas de esos libros fueron leídos junto a los padres, los abuelos, o los tíos, en el caso de los niños más pequeños y convertir el tiempo de lectura en un momento dulce. Sería una iniciación estupenda. Son poemas que están pensados para ser leídos en voz alta. No es obligatorio aunque la palabra tiene su musicalidad, su son, y es muy bonito experimentar con ello. Y, lógicamente, los niños los pueden recitar. Ya sabes que me interesa mucho el sonido de las palabras, su música. Es una forma de mirar la vida, de ordenar el mundo. Pienso en un niño con un saco de letras en las manos, pienso en cómo lo quiere mover para descubrir qué sale de allí y poder ordenar un sitio tan desordenado como es este universo nuestro. Y me gusta mucho esa imagen. Por cierto, jugar con las palabras y jugar con las ilustraciones logrando imágenes poéticas sería lo ideal’.

Leire Bilbao va hablando con tranquilidad como si se supiera el mundo de memoria y lo estuviera pasando a limpio mientras me lo cuenta.

‘Se trata de jugar con las palabras, de generar conexiones posibles e imposibles también, crear lugares nuevos, generar y mantener la ilusión de los niños al enfrentarse con la realidad. Tenga la edad que tenga’.

Le propongo que busquemos una palabra que le vaya como un guante, que condense en la medida de lo posible lo que es Leire Bilbao. Ella piensa y me dice que una de las palabras que más le gustan es salitre, porque las gentes de su pueblo llevan la sal del mar pegada a la piel desde antes de nacer. Una sal que también roe. Una palabra que le acompaña. Le confieso que mi opción es ajedrez porque representa la intuición, la inteligencia, la capacidad de ir un poco más allá para alcanzar a poder decir el mundo. Y es que Leire al escribir intuye, persigue su objetivo y nos agarra la mano para que la sigamos por una senda nueva que ella sabe muy bien dónde acaba. Es puro ajedrez.

‘En la improvisación oral lo primero que se piensa es en la última estrofa y eso lo tengo interiorizado hace muchos años. Es justo lo que acabas de decir’.

Nos vamos despidiendo y dejamos claras las intenciones de tomar un café siempre que venga por Madrid o yo me acerque a Euskadi. Y pienso que la grandeza de la literatura es que lo que no dicen las palabras está en cada página, el silencio es tan importante como lo dicho. Y los libros de Leire Bilbao son un enorme tablero en el que se juega al ajedrez que los que trabajamos con el lenguaje tratamos de entender y de construir. Un mundo de fábula reservado para un puñado de privilegiados.

G. Ramírez

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