'Pero hermoso': La música de las palabras
Geoff Dyer es un autor inglés. Y le gusta el jazz; le gusta tanto como para conseguir escribir un libro en el que el lector puede ir descubriendo un mundo que protagonizan músicos haciendo música. Sí, sí, tocando sus instrumentos, escuchando cómo lo hacen. Les vemos en distintas situaciones, les imaginamos hablando con unos y otros, pero sobre todo nos van tocando al oído, mientras bebemos una copa con ellos.
Dyer parte, para escribir 'Pero hermoso', de algún texto, de
algún documental y, sobre todo, de las fotografías de los jazzmen que elige
para profundizar en un universo mítico, oscuro, a veces cruel, siempre cubierto
con una costra de falso desorden.
Son ocho historias que agarran momentos reales que hacen de
ariete para que la ficción se abra paso. Y se remata el libro con un más que
interesante epílogo que habla de aspectos del jazz, de sus protagonistas
antiguos y actuales, de su evolución.
Los relatos, del mismo modo que hablan de distintos músicos, se narran utilizando diferentes registros, con distintos tonos y alientos, utilizando diversas voces. No es que sea narrativa de gran profundidad aunque el autor logra algo muy difícil: que las palabras queden casi flotando entre los olores, los sonidos o las consciencias de los personajes; que las palabras evoquen todo eso que no se puede decir.
Soledad, drogas, violencia, vidas destrozadas por unos o por
otros, rostros que se deshacen y que podemos ver con nitidez porque ya los
vimos retratados en blanco y negro. Aunque esa vez no hablaran. La belleza de
la literatura que se acompaña de forma natural de un rimo único que se escucha
sin esfuerzo. La epopeya de unos hombres desde la más estricta de las líricas.
Lester Young en el ejército, en una habitación de hotel; a solas con él, con
esa terquedad del genio que no sabe renunciar a lo que es. Bud Powell y su
consciencia desquiciada; quebrada, si es que podía troncharse más, por las
drogas, por no entender los códigos sociales. Chet Baker, un blanco que
arrastraba su tristeza por los escenarios y que terminó tan desfigurado por
fuera como lo estaba por dentro. Thelonius Monk, amigo de los amigos, que
marcaba unos caminos desconocidos a los demás y que se perdió en alguna cuneta
antes de llegar al final. Charles Mingus comiendo y gritando y despidiendo
músicos y acometiendo empresas desastrosas y llorando. Art Pepper en prisión
imaginando encuentros con otros aunque nunca con él mismo. Ben Webster de
viaje, llorando por cualquier cosa insignificante, derribando enemigos por
cualquier cosa insignificante. Y Duke Ellington junto a Harry Carney
equivocándose de mundo sin saber que el suyo estaba dentro de una partitura.
Pero envuelto, todo, en la música, en el jazz, en vidas que solo encontraban
sentido si se podía decir con un instrumento.
Calificación: Excelente.Tipo de lector: Aficionado a la lectura y al jazz.Tipo de lectura: Fascinante.Personajes: De carne y hueso.¿Dónde puede leerse?: En un garito.
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