Información Vs. Expresividad
El paralelismo entre literatura y realidad es grande. Mucho. Al fin y al cabo, con la literatura intentamos la representación de una realidad, una realidad que aún no conocemos, que está por venir, pero una realidad con gran número de elementos compartidos por las personas. Es la televisión la que se aleja de lo real, no la literatura. Por eso, casi siempre, los 'secretos del escritor' (¿?), esos que algunos no confiesan por no sabemos qué extrañas y profundas razones, no son más que producto de la observación del entorno. Finalmente, se trata de ordenar lo que se ve. Poco más.
En literatura, que un personaje diga 'te quiero' a otro, ha de aparecer en la narración cargado de sentido, de expresividad, no puede ser pura información puesto que eso se recibirá por parte del lector como una cosa bien distinta dependiendo de cada caso. Si, por ejemplo, el personaje dice a la mujer que tiene enfrente 'te quiero' para engañarla y poder acceder a sus riquezas deberá ir impregnado de un sentido (la voz narrativa será la que aporte tal cosa). Si, por el contrario, nuestro personaje lo dice para evitar una ruptura el sentido deberá ser otro bien distinto. Podría pasar que en un relato apareciera alguien diciendo a otro 'te quiero' sin más, como un dato, como mera información (esto es muy habitual). La cosa es bien distinta en cada caso.
Por si a alguien se le escapa, hay que pensar que el lenguaje existe porque existen las personas (en literatura los personajes dentro del relato y, desde luego, el lector desde fuera de la propia narración, pero como parte fundamental de la misma) y que por tanto el lenguaje depende siempre de quién lo dice, la intención que tiene al decirlo y de a quién va dirigido el mensaje. Esto no puede dejar de tenerse en cuenta cuando intentamos crear un cosmos en el ámbito de la ficción.
Volvamos a nuestros 'enamorados'. La diferencia entre unos y otros es muy sencilla. Los dos primeros estarán enseñándonos las entrañas, nos estarán mostrando y arriesgando algo de sí. El último, ese que dice 'te quiero' como podría decir 'arroz, Catalina', no dice nada de sí. Y esto nos lleva a uno de los territorios más exigentes de la escritura. Al igual que si hablásemos con el vecino y nos estuviera contando una idiotez y al poco nos quisiéramos ir a casa o al supermercado, en la narración podemos dejar de ver a ese personaje. No nos interesa o no creemos lo que cuenta (relato inverosímil). Dejamos de ver y dejamos de leer. En otras palabras si escuchamos decir a alguien 'te quiero' necesitamos saber qué es lo que siente, hacerlo con él. De otro modo, el vecino desaparece de nuestra necesidad de comunicación. Y el personaje, también.
Todo esto nos lleva a lo que llamamos expresividad. Es lo que establece un vínculo entre narración y lector. Un buen texto será expresivo necesariamente porque es la medida del grado de implicación del lector con el texto. Sólo cuando veamos al personaje en su maldad, en su amor verdadero; sólo en ese momento podremos sentir, experimentar como él, creeremos lo que nos dice y en lo que dice. Todo tendrá sentido.
Habrá quien se esté preguntando ¿Y eso cómo se hace?, pregunta para la que no hay contestación puesto que en la escritura creativa no se pueden establecer fórmulas ni recetas. Pero lo que sí podemos es dejar un ejemplo de texto expresivo y otro en el que la información ocupa todo sin dejar posibilidad a cualquier otra cosa.
Este es un primer texto.
'- ¡Desgraciada!
Pero lo de ella no tenía nombre. ¡Mi socia y mejor amiga! A ella sí que jamás se lo perdonaría. Sinvergüenza. Clara me las pagaría. La hundiría en el lodo de por vida.
Frente a mí, a través del cristal, una señora de unos cincuenta miraba amedrentaba a su alrededor mientras su elegante can defecaba al pie de la escalera de la catedral, antes de decidirse a inclinarse con un diario en la mano para recoger los pedazos de excremento que el animal iba soltando alegremente. Su mirada vacilante tropezó con la mía. Empecé a sonreír. Seguí sonriendo cruelmente, hasta que la señora decidió no agacharse a recoger la caquita de su perro que, indiferente, seguía a lo suyo unos pasos más allá. Se alejó con su mascota tras lanzar a una papelera el diario no utilizado, con el alivio de quien no se ha rebajado a una acción vergonzosa e impropia de su clase'.
Y aquí tienen un segundo ejemplo.
'Durante todo el camino de vuelta estuve rezando sin parar, incluso oraciones que iba inventando. Susurrando, profiriendo gritos en mi cabeza, algunas veces cantaba las oraciones al ritmo de la música de Bach. Aquella, noche, todavía no sé la razón dormí en el coche.
Ahora apenas me reconozco. No dejo de pensar en mi nombre, (aquí no lo escucho jamás, me llaman poli: poli esto, poli lo otro, poli cabrón), en las cosas que arrastro desde niño. De vez en cuando presiento que pronto comenzarán a abandonarme partes del cuerpo, como las escamas de un pez fuera del agua; también las ideas que ya no regresarán, descomponiéndome poco a poco, convirtiéndome en un ser de pacotilla que duerme, come, ríe o salta aprovechando la inercia que provoca no querer morir antes de tiempo'.
Ustedes tienen la palabra.
G. Ramírez
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