‘El funambulista’: La vida sobre un cable de acero
Supongo que los lectores de esta página me permitirán una
licencia al considerar el libro de Jean Genet como una posibilidad para hablar
de deporte y cultura. Ya sé que es tramposa la elección. Porque el funambulismo
no es exactamente un deporte aunque lo realicen verdaderos atletas. Sí, es más
espectáculo circense, espectáculo a secas, una especie de demostración en la
que la vida de una persona se pone en peligro y muchos cientos miran sin poder
evitarlo sabiendo que la muerte acecha agarrada a la pértiga que mantiene vivo
a ese loco que camina por un cable. Y es tramposa, la elección, porque el poema
en prosa de Genet habla de la vida, de la muerte, de las dos cosas porque son
lo mismo, de lo que es la vida comparándola con un cable metálico muy fino que invita
a caer. No es 'El funambulista' un libro que hable de deporte, pero casi. Y su
belleza es de tal envergadura que se me hace difícil, al estar rozando la
práctica deportiva, alejarme sin intentar que otros lo lean y disfruten de una
de las mejores obras de Jean Genet.
Se publicó por primera vez el año 1958. Más tarde se editó,
casi siempre, acompañado de otros textos de Genet. Ahora (en España desde hace
tiempo) se publica sin compañía.
Genet tenía cuarenta y cinco años cuando lo escribió. Lo
hizo pensando en Addallah Bentaga, un muchacho huérfano que apadrinó el
escritor hasta que encontró a otro muchacho y dedicó todos sus esfuerzos a que
su vida fuera mejor. Bentaga no lo supo entender y se tomó unos medicamentos
que acabaron con su vida. Por si fallaban esas pastillas, el chico se cortó las
venas al mismo tiempo. Así la muerte sería segura. Jean Genet, junto a la
policía, encontró el cadáver del joven. El olor era insoportable y Genet lloró.
No lo hacía desde treinta años atrás.
'El funambulista' es un libro delicioso, un verdadero canto a
la vida y a la muerte, a la existencia que es lo que contiene ambas cosas.
Aparentemente, Genet se refiere al muchacho, le aconseja, le advierte de lo que
pasará, de lo que nunca vivirá, de cómo alcanzar objetivos. Pero, en realidad,
Genet lo que hace es reflexionar sobre lo que vive, lo que ya sabe y lo que
intuye; Genet nos cuenta a nosotros eso mismo que se enmascara tras un consejo
a su protegido.
El poema es emocionante y su potencia lírica es casi
endemoniada. Es una obra corta y se lee en treinta o cuarenta minutos, pero
volvemos a ella buscando eso que sabemos que hemos dejado sin tocar y merece
aparecer con fuerza para que una lectura grande se haga inmensa.
El lector se encontrará con cosas como esta: 'El peligro
tiene su razón de ser: obligará a tus músculos a lograr una perfecta exactitud
–el más mínimo error causaría tu caída, acarreando esta padecimientos o la
muerte-, y esa exactitud constituirá la belleza de tu danza. Razona de este
modo: un zoquete ejecuta el salto mortal en el alambre, falla y se mata, y el
público no se sorprende demasiado, se lo esperaba, casi lo deseaba. Tú tienes
que saber danzar de una forma tan bella, llevar a cabo gestos tan puros con el
fin de mostrarte valioso o raro; así, cuando te prepares para el salto mortal
el público se inquietará, se indignará casi de que un ser tan grácil ponga en
riesgo su vida. Pero te sale bien y regresas al alambre y entonces los espectadores
te aclaman, pues tu habilidad acaba de salvar de una muerte impúdica a un
valiosísimo volatinero'.
Ahora, trasladen esto y todo lo que dice Genet en 'El
funambulista' a la existencia de una persona, a eso que suma vida y muerte, a lo
que hacemos en este mundo. Y les garantizo que la experiencia no podrán
olvidarla jamás. Recuerden: 'Pero por espacio de diez segundos -¿es poco?-
deslumbráis'.
Calificación: Excelente.
Tipo de lectura: Intensa.
Tipo de lector: Dispuesto a pensar sobre la vida, la muerte y cualquier cosa que nos lleve a territorios hostiles.
¿Dónde se puede leer?: En un lugar que esté alto, con el horizonte a los pies.
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